viernes, 21 de agosto de 2015

Los habitantes de la casa de atrás

La familia Van Pels llega a la casa de atrás una semana después que los Frank. Ana está contenta de tener más gente con quien hablar. Los Van Pels ocupan la tercera planta. El cuartito del hijo de los Van Pels, Peter, es descripto en el diario de Ana como “pequeño, húmedo y frío”. Pasando por ese cuarto, los refugiados acceden al desván, donde se guardan las provisiones. Ana y Peter se instalan a menudo allí para hablar sin que los molesten. Los Frank ocupan dos habitaciones de la segunda planta.

 Los escondidos deberán permanecer más de dos años en el refugio, sin poder salir a la calle y deberán compartir la oscura y húmeda casa de atrás, siempre temerosos de que los descubran.

  El 16 de noviembre de 1942, Fritz Pfeffer se convierte en el octavo escondido de la casa de atrás. A partir de ese momento, Ana Frank debe compartir su cuarto con él y Margot pasa a dormir con sus padres. Ana lo considera al principio un hombre simpático.

 Los escondidos no pueden salir fuera: sería demasiado peligroso. Durante el día, las cortinas de la casa de atrás deben permanecer echadas, para que no puedan verlos los vecinos. La única posibilidad de respirar algo de aire puro es a través del ventanuco del desván. Por las noches, las ventanas sí se dejan a veces entornadas.

 A veces, los ocupantes del refugio comentan detalladamente sus deseos acerca de cuando recobren la libertad. Ana los apunta todos: "Lo que más anhelan Margot y el señor Van Pels es un baño de agua caliente hasta el cogote, durante por lo menos media hora. La señora Van Pels quisiera irse enseguida a comer pasteles, Pfeffer en lo único que piensa es en su Charlotte, y mamá en ir a algún sitio a tomar café. Papá iría a visitar al señor Voskuijl, Peter se iría al centro y al cine, y yo de tanta gloria no sabría por dónde empezar. Lo que más anhelo es una casa propia, poder moverme libremente y que alguien me ayude a hacer los deberes, o sea: ¡volver al colegio!".

 Ninguno de los anhelos de los habitantes de la casa de atrás se encuentra fuera de lo cotidiano, lo cual nos demuestra lo mucho que desvaloramos las cosas que hacemos cada día, por mucho que las podamos extrañar una vez que no tengamos la oportunidad de hacerlas durante dos años.







 Fritz Pfeffer                      

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